Diario de un día con Jackson Wang en Barnes & Noble NY

En la segunda planta de Barnes & Noble, la luz grisácea de Midtown atraviesa los escaparates, y afuera, la fila serpentea alrededor de la manzana antes de volver a morir frente a la entrada, una cinta cada vez más tensa por la espera. El evento está anunciado para las dos, pero nada empieza a tiempo: Nueva York tiene sus propias elegancias, incluso en el retraso.

Jackson llega, tras cumplir con sus compromisos neoyorquinos. La gente lo sabe, algunos vídeos ya circulan por la red. En cuanto entra, todo se alinea. A su humilde petición, la música de MAGICMAN 2 sube de nivel. El espacio se transforma: la librería se convierte en decorado y pequeño teatro entre amigos.

Una organización impecable, la humanidad también

Una cortina, un sofá, un Magic Man II de fondo. La organización es impecable: un solo fotógrafo de la casa y el equipo DL para cubrir oficialmente el evento, códigos QR repartidos al vuelo, vinilos ya firmados entregados a la salida como objetos preciados. Las consignas son claras: nada de teléfonos, ni regalos, ni bolígrafos; pero, pese al marco estricto, el encuentro desborda pura humanidad. Se entra con el corazón latiendo, se sale con una foto… y una impresión más íntima: la de haber sido visto, comprendido y escuchado por el propio Wang.

El tiempo es limitado, pero Jackson da la ilusión de un momento que se alarga. Saluda en la lengua que adivina, una palabra en tailandés, un español claro, un chino tranquilizador, y adapta su actitud a cada persona. A los tímidos, les invita a sentarse. Si ve faldas demasiado cortas, cubre con un abrigo puesto con tacto. Percibe convicciones religiosas y se inclina respetuosamente. El protocolo está, pero su delicadeza marca las excepciones. Un destello de humanidad.

Una alegre “menagerie”

Un perro de asistencia grande sube al sofá como en casa. Otros perritos se agitan, y Jackson, por reflejo, pregunta si son amigables antes de extender la mano.

Un Buzz Lightyear aparece en la fila, disfraz sincero y naif: Jackson sonríe, levanta el brazo para la pose “to infinity…” sobre fondo violeta. Una graduada en toga sella su rito de paso. Un niño ofrece un dibujo, que Jackson observa como una pequeña obra de arte, cabeza inclinada, sonrisa. Un bebé llora en sus brazos: él esboza un gesto tierno, casi cómico. Se nota que disfruta de la calidez humana, incluso en los momentos más peculiares.

A veces, las reglas se resquebrajan. Un CD extendido para firmar, algo prohibido, pero, ¿qué se le va a hacer?, aceptado. El trazo es rápido, el staff frunce ligeramente el ceño. En otro lado, una voz joven resume diez años de fidelidad en dos frases: “Tengo 18 años, te escucho desde los ocho.” Él asiente, entre divertido y sorprendido por el peso del tiempo. Un fan agradece la colaboración con Diljit Dosanjh, y se comprende lo que significa ser reconocido más allá de las fronteras de la industria.

Un largo día de felicidad

La larga jornada llega a su fin. Se murmura una afterparty en Hana House. Jackson finge no saber nada, levanta las cejas ante cada invitación, pero en realidad no ignora nada, habiéndolo aprendido todo por las redes sociales. No irá, Boston lo espera, pero su corazón sí estará allí.

Mientras tanto, la librería sigue su ritmo. La fila se repliega tras la cortina. El álbum despliega su textura púrpura, y la edición “Opaque Orchid” se desliza en las bolsas como un talismán, póster exclusivo doblado con esmero.

En la cafetería, se fotografía la alegría por no haber podido grabar el encuentro. Se vigilan los pasillos, por si el hongkonés reapareciera.

Afuera, el final: barreras, gritos, brazos extendidos, algunas cartas entregadas, dos o tres fotos robadas antes de que la puerta de la furgoneta se cierre. Ya está, se va. Un último gesto, una sonrisa, una señal cariñosa, y la calle poco a poco recupera su pulso.

Coordinación y contenido mediático: Demona Lauren

Fotografía exclusiva y vídeo: Sarah Peter & Thomas Ma, DL Team